Las primeras dificultades de la familia Smith

Curtis Ashton
1 March 2019

Durante el invierno de 1807–1808, Joseph y Lucy Mack Smith se prepararon para mudarse con su familia por quinta vez en seis años. Los últimos tres años, habían estado alquilando en la casa de los padres de Lucy en Sharon, Vermont. En la actualidad, un monumento situado en esta granja de 28 hectáreas conmemora el lugar en el que nació José Smith el 23 de diciembre de 1805. Pero es probable que José no tuviera muchos recuerdos de la granja de la que se marchó cuando apenas empezaba a caminar. Había llegado el turno del hermano de Lucy para contar con el apoyo de la familia, cuando tuvo que hacer frente a deudas pendientes1. La familia Smith (Joseph, padre, su esposa Lucy, que estaba embarazada, y sus cuatro hijos) tenían que hacer sitio para los parientes de la familia Mack.

¿Dónde podrían llevar Joseph y Lucy a su joven familia de seis miembros, que pronto serían siete? A unos 18 kilómetros se encontraba Tunbridge, Vermont, donde todavía vivían los padres de Joseph, Asael y Mary Smith. El hermano mayor de Joseph, Jesse, tenía también una granja en los alrededores, aunque otros familiares se habían marchado unos años antes. La familia Smith pudo quedarse en Tunbridge hasta el nacimiento de su hijo Samuel2, pero pronto tuvieron que mudarse otra vez, ya que recientemente se había vendido una parte del terreno familiar.

Quizás el paisaje familiar de Tunbridge ese invierno recordó a Joseph y a Lucy otras experiencias vividas allí previamente. Lucy conoció a su esposo en Tunbridge en 1794 y la pareja pasó allí sus primeros años de casados. Sin embargo, hasta esos años de relativa calma estuvieron precedidos de un profundo pesar.

Del pesar al consuelo en Tunbridge (1794–1801)

Cuando el hermano de Lucy, Stephen Mack, visitó a sus padres en Gilsum, New Hampshire, en 1794, encontró a su hermana Lucy, que tenía 19 años, “pensativa y melancólica”3 mientras intentaba superar la angustia de la muerte prematura de su hermana Lovina. Lucy se había encargado de cuidar a Lovina desde los 16 años y había visto cómo la tuberculosis de su hermana empeoraba progresivamente. Poco después del fallecimiento de Lovina, llegaron noticias de que otra de sus hermanas, mayor que ella y ya casada, había muerto por la misma enfermedad. Lucy escribió posteriormente que, en esa época, “a menudo, en mis reflexiones, pensaba que no valía la pena estar viva”.

Tunbridge, Vermont, febrero de 1908. Fotografía de George E. Anderson

Para distraerla de su pesar, Stephen Mack invitó a Lucy a quedarse con él en su casa, en Tunbridge, Vermont. Allí, el estado de ánimo de Lucy empezó a cambiar después de conocer a un hombre alto y fuerte de 23 años, llamado Joseph Smith. Joseph y Lucy se casaron el 24 de enero de 1796.

Enfermedades y problemas económicos (1802–1803)

La nueva familia Smith vivió en la granja de Tunbridge durante seis años, hasta que Joseph decidió probar suerte con un almacén. Joseph y Lucy arrendaron su casa y su tierra y, junto con sus dos hijos pequeños, Alvin y Hyrum, se asentaron en el pueblo cercano a Randolph, a principios de 1802.

Mientras se encontraban en Randolph, Lucy enfermó gravemente de tuberculosis, la misma enfermedad que se había cobrado la vida de sus dos hermanas. Su madre se desplazó allí para cuidarla día y noche, mientras Lucy se debatía con la interrogante de si estaba o no lista para morir. Posteriormente, escribió: “Por la noche hice un convenio solemne con Dios de que, si me permitía vivir, me esforzaría por servirle lo mejor que pudiera. Poco después, escuché una voz que me dijo: ‘… Consuélese tu corazón; creéis en Dios, creed también en mí’”.

Lucy se recuperó rápida y completamente. En tanto que la familia se regocijaba por esa bendición divina, Joseph se enteró de que su hermano de 17 años, Stephen Smith, no había sido tan afortunado. Murió debido a una enfermedad repentina, a solo unos kilómetros de distancia, en Royalton, Vermont, unas semanas después de que Lucy se recuperara.

Mientras tanto, Joseph experimentaba el fracaso del proyecto de su almacén. Para cubrir su inversión inicial, Joseph había invertido en un prometedor negocio de venta de ginseng silvestre norteamericano en los mercados chinos4. Aunque la transacción fue exitosa, un agente deshonesto le robó los beneficios. Como resultado, Joseph y Lucy sacrificaron su próspera granja de Tunbridge y un regalo de boda de 1000 dólares para liquidar las deudas de la familia.

Prosiguen las dificultades (1803–1816)

Joseph y Lucy ya no poseían tierras. Alquilando a una serie de familiares y amigos, trabajando el campo durante la temporada de cultivo, fabricando toneles y dando clases durante el invierno, la familia permaneció junta e incluso creció. Sophronia nació en Tunbridge. Posteriormente, el abuelo Mack ofreció a los Smith una vivienda en Sharon, donde nació José. Tras marcharse de Sharon en el invierno de 1807–1808, la familia volvió a mudarse a Tunbridge y luego a Royalton, Vermont. La alegría de tener tres nuevos hijos se entremezcló con el dolor por Ephraim, quien vivió solo once días5.

La tumba de Stephen Smith en Royalton, Vermont

En 1812, la familia se encontraba en Lebanon, New Hampshire. Tras mudarse ocho veces en 10 años, su situación había mejorado lo suficiente como para que Lucy se atreviera “a contemplar, con alegría y satisfacción, la prosperidad que ha acompañado nuestros esfuerzos recientes”. Ese invierno, una epidemia de fiebre tifoidea “arrasó” las zonas rurales y produjo 6000 muertes. Los nueve hijos de los Smith se fueron enfermando uno a uno. Sophronia, que tenía nueve años, sufrió durante tres meses y casi perdió la vida. José, que tenía siete años, estuvo enfermo con la fiebre durante solo dos semanas, pero sufrió una infección en la médula ósea que consiguió superar solamente tras someterse a una operación muy dolorosa, que casi le dejó incapacitado6. Tuvo que usar muletas para caminar durante los tres años siguientes.

Las consecuencias de un año de enfermedades condujo a la familia de regreso a Vermont, esta vez a una granja en Norwich cuyo terreno estaba lleno de piedras. Allí, la familia creció con el nacimiento de Don Carlos, pero ese fue básicamente el único crecimiento que experimentaron. Tras dos años consecutivos de malas cosechas, la familia Smith recibió un “aviso de expulsión”, al ser considerados recién llegados no podían solicitar legalmente ayuda a la población en virtud de la “legislación sobre los pobres” de Vermont7. Pidieron dinero prestado y decidieron intentar cultivar una estación más. Desafortunadamente, el año 1816 resultó ser uno de los peores años para la agricultura de la historia de Vermont8. Las heladas llegaron antes de lo previsto y continuaron bien entrado el verano. Al no tener nada para vender, muchos de los granjeros tuvieron que comprar los alimentos básicos a precios muy por encima de lo normal. Junto con miles de habitantes de Vermont, Joseph, padre, liquidó sus cuentas y se marchó hacia la frontera del oeste de Nueva York buscando nuevas oportunidades.

Lucy y los niños permanecieron en Norwich varios meses esperando recibir buenas noticias de Joseph. Finalmente, Joseph Smith, padre, escribió a su familia para que fuera a reunirse con él en un pueblo llamado Palmyra, que distaba más de 480 kilómetros, en una zona fértil de cultivos de trigo del condado de Genesee, Nueva York.

Viaje a Nueva York (1816–1817)

José Smith tenía casi 11 años cuando ayudó a su madre Lucy con los preparativos del viaje. Cuando recordaba los primeros años de la vida de su hijo, Lucy no podía pensar en nada que hubiera ocurrido más allá de las “circunstancias triviales” típicas de la infancia. Pero incluso a esa temprana edad, José ya había experimentado una buena parte del sufrimiento de la vida, incluyendo enfermedades, pobreza, la muerte y la incertidumbre de la vida en una granja de la frontera. Sin duda, había oído a sus padres contar la historia de la pérdida de su granja, en parte por causa de las acciones egoístas de otras personas. El viaje al estado de Nueva York brindó a José nuevas oportunidades de ser testigo y de asombrarse de lo que las personas hacen cuando se encuentran con otros en situación de vulnerabilidad.

La granja de Squire Murdock en Norwich, Vermont, hacia 1907; fotografía de George E. Anderson

Los acreedores esperaron hasta la fecha prevista de la partida de los Smith para exigir el pago de deudas que Lucy creía que ya estaban liquidadas. Aunque sus amigos le aconsejaron que emprendiera acciones judiciales, Lucy sabía que no sería tratada justamente en un tribunal. Como madre de ocho hijos, los retrasos y los riesgos del proceso constituían unos obstáculos mucho mayores para ella que los acreedores, y estos lo sabían. Como no veía muchas alternativas, Lucy entregó dos terceras partes del dinero que había ahorrado para el traslado a fin de liquidar deudas y marcharse en paz.

Cuando la familia se puso en marcha, la nieve ya cubría el suelo. El joven José esperaba poder viajar en la carreta de la familia, pero el conductor que habían contratado le hizo caminar. Cuando Alvin y Hyrum protestaron, diciendo que José seguía débil por su operación, el conductor les golpeó con el mango de su látigo.

Posteriormente, el conductor arrojó las posesiones de la familia de la carreta, que también les pertenecía, al enterarse, a unos 160 kilómetros de Palmyra, de que no les quedaba dinero. Aunque Lucy recuperó la carreta, en los días subsiguientes se vio obligada a pagar a los posaderos con ropa o piezas de tela a cambio de comida y alojamiento. Los pendientes de Sophronia, quien tenía 13 años, sirvieron para realizar el último pago. Para entonces, los Smith se habían unido a otra familia que viajaba en trineo. Cuando el joven José quiso ocupar un lugar en el trineo, alguien lo golpeó sacándolo del trineo. Él luego recordaría haber quedado “tirado en mi propia sangre hasta que un extraño me recogió y me llevó al pueblo de Palmyra”9. El hecho de ayudar a un niño débil y maltratado podría parecer un acto habitual de bondad cristiana, pero contrastaba enormemente con la forma en que otras personas habían tratado a esta familia por el camino.

Cuando el viaje invernal de los Smith llegó a su fin después de tres o cuatro semanas, tenían menos posesiones y solo unos cuantos centavos en efectivo, pero todos habían llegado a Palmyra. Lucy escribió: “El gozo que sentí al arrojarme junto con mis hijos al cuidado y al afecto de un tierno esposo y padre me recompensó doblemente por todo lo que había sufrido. Los niños rodearon a su padre, aferrados a su cuello, cubriéndole el rostro de lágrimas y besos, que él les correspondió efusivamente”. Ahora que ya no estaban separados, la familia decidió volver a empezar de nuevo, todos juntos.

La imagen mostrada es cortesía de la Sociedad de Anticuarios de los Estados Unidos. El resto de fotografías son cortesía del Departamento de Historia de la Iglesia.