“Un compromiso con Dios”: La decisión de Virgilio Simarrón
Las raíces de la Iglesia en Guayacana, Ecuador
Los Santos de los Últimos Días que viajaron en caravana hacia las Montañas Rocosas a mediados del siglo XIX, entregaron al Señor todo lo que Él requirió de ellos para establecer la Iglesia. Sus sacrificios han dejado por siempre un legado indeleble para la toda la Iglesia. Ese mismo espíritu pionero se ha extendido por el mundo entre aquellos que aceptan el evangelio restaurado de Jesucristo. En la sociedad moderna y multicultural de la Iglesia, el conocer sus historias nos acerca más los unos a los otros.
Una de estas historias es la de Virgilio Simarrón Salazar1. Durante muchos años, Simarrón fue un líder en la comunidad indígena Chachi, al norte de Ecuador. Cuatrocientos años antes, los Chachis habían dejado sus hogares río arriba y habían encontrado un lugar de refugio en la selva Guayacana, donde podrían conservar su comunidad y sus valores. Hasta el día de hoy, ellos todavía conservan su modo de vida único y su propio sistema de justicia, con un consejo comunal, gobernadores y jueces. Estas funciones de liderazgo son, por lo general, cargos honoríficos que las familias ocupan durante generaciones y que se edifican sobre un profundo cimiento de respeto y aprecio a la comunidad2. Para Virgilio Simarrón, ese respeto era un deber que debía proteger y pasar a la siguiente generación.
Sin embargo, los planes de Virgilio para su vida cambiaron en 1996, cuando su hijo Wilson regresó de estudiar en Quinindé con ejemplares del Libro de Mormón y un firme testimonio de su nueva religión. Lleno de la fe y el entusiasmo de una persona que ha encontrado la verdad, Wilson compartió el mensaje del Evangelio con su familia, y pronto fueron bautizados en las aguas del río Canandé3.
Sin embargo, se produjo un grave conflicto cuando la familia Simarrón continuó compartiendo el Evangelio con sus vecinos y amigos de Chachi. Algunas personas de Chachi pensaban que las creencias de Virgilio Simarrón lo convertían en un hereje, e incluso consideraron la posibilidad de agredirlo. Otras personas pensaban que, como gobernador, él no debía participar en una nueva fe que podría dividir al pueblo. Con esta inquietud, lo llevaron a juicio ante el consejo comunal. Para Virgilio, aquella fue una de las experiencias más difíciles de su vida. Su hijo Wilson relató lo siguiente:
El consejo, en asamblea plenaria, le dijo a mi padre: “Usted continuará siendo nuestro gobernador si renuncia a la Iglesia de Jesucristo; debe retractarse”. Mi padre dijo: “Adquirí un compromiso con Dios, y cuando un hombre adquiere un compromiso con Dios, éste es irretractable. No puedo renunciar a la Iglesia. Si creen que soy un líder que ha dividido a las personas de Chachi, entonces, oh pueblo mío, escojan ahora a otro en mi lugar”. Entonces vi a mi padre llorar. Hubo completo silencio en el consejo por más de cinco minutos; nadie decía nada. Luego alguien dijo: “Entonces, gobernador, váyase”. Mi padre se puso de pie lentamente, así que mi madre, mi hermana y yo bajamos y salimos del consejo4.
Los días que siguieron después de que Simarrón dejara su cargo fueron difíciles para la familia. Sintiendo la crítica y el desprecio por parte de aquellos que una vez los habían respetado, regresaron a la fe que habían aceptado y predicaron el Evangelio con gran fervor. César Omar Intriago, que por entonces era presidente de la Estaca Esmeraldas, declaró: “La Rama Guayacana comenzó con Virgilio Simarrón y su hijo Wilson. La Iglesia se estableció gracias a su fe, su fuerza y su testimonio. Comenzaron a predicar el Evangelio de casa en casa, a cada familia de esa comunidad”5.
En sólo unos años, los esfuerzos de la familia Simarrón rindieron grandes frutos. El 30 de mayo de 1999 se convirtió en un día de celebración en Guayacana, cuando se llevó a cabo un servicio bautismal multitudinario. El presidente Intriago recordó ese momento: “Llegamos con Roberto García, el presidente de misión, y ambos participamos en ese glorioso día en el que, en las playas del río Canandé, dos misioneros bautizaron a sesenta personas. Más tarde, el presidente García en un lado y yo en el otro confirmamos como miembros de la Iglesia a todos aquellos que habían sido bautizados. Fue un privilegio que nunca olvidaré”6.
Virgilio había renunciado a su cargo de gobernador para permanecer fiel a su testimonio, pero pudo dejar otro legado a la siguiente generación: el del servicio a las personas a través del establecimiento del Evangelio entre ellos. Él vivió para ver a su hijo Wilson servir en una misión de tiempo completo y también para verlo regresar a Guayacana para casarse con Ruth, su esposa, y formar una familia. Algunos años más tarde, Virgilio murió siendo fiel a la Iglesia. En 2013, su esposa, María Juana Apa, ha vivido para ser testigo del llamamiento de su hijo para servir como presidente de rama en Guayacana.
Wilson es muy consciente de la herencia que su padre siempre quiso dejarle. “Mis antepasados siempre han sido gobernadores, jefes militares, guerreros fuertes por el linaje de mi padre”, dijo. “Siento que todas esas raíces ancestrales aún se manifiestan en mí, pero ahora que soy miembro de la Iglesia, toda esa fuerza me sirve para ser un buen soldado de Jesucristo”7.
Néstor Curbelo es el Asesor de Historia de la Iglesia de Área para el Área Sudamérica Sur y un experto en la Historia de la Iglesia en Sudamérica y Centroamérica. Ha publicado libros y producido documentales sobre temas históricos de la Iglesia, tales como Historia de los Santos de los Últimos Días en Uruguay, Historia de los Mormones en Argentina y el documental Librados del Cautiverio.