“¡Era la verdad!”
Converso llegó a ser fundamental para la Iglesia en Jamaica
Si se preguntara a cualquiera de los estadounidenses Santos de los Últimos Días que vivieron en Jamaica a principios de la década de 1970 cuál fue el principal propósito de su presencia allí, es probable que dieran, sobre todo, la misma respuesta: Victor Nugent.
Nativo de Jamaica, el camino de Victor Nugent hacia estas nuevas amistades comenzó cuando, a los 31 años —ya casado y padre de dos hijos—, se cansó del estilo de vida, nocturna y repleta de alcohol, que había adoptado. Hastiado de sí mismo, volvió su mirada hacia el cielo.
Victor recuerda cómo oraba: “Oh Dios, si hay un Dios, ten misericordia de mí. ¡Por favor, ayúdame!”.
Sintiendo ánimo de inmediato, Nugent convirtió ese momento de percepción personal en el comienzo de una nueva vida para su familia. Durante los años siguientes, abandonó sus malos hábitos y comenzó una intensa búsqueda de la verdad que le llevó a un estudio renovado y serio de la Biblia. La leyó con entusiasmo y con frecuencia, e incluso dedicaba su hora del almuerzo en el trabajo a estudiarla.
Paul Schmeil, un compañero de trabajo estadounidense, pronto notó la devoción de Nugent. Schmeil le preguntó a Nugent sobre su religión y, al enterarse de que no pertenecía a ninguna, rápidamente lo invitó a conocer la suya.
Schmeil se había bautizado sólo unos años antes en la Iglesia SUD en Jamaica; él mismo era producto de un ferviente y amoroso grupo de miembros estadounidenses expatriados de la Iglesia en la isla. Aunque Nugent había rechazado con frecuencia invitaciones similares, en esta ocasión sí aceptó. Posteriormente atribuyó su cambio de opinión a Schmeil, a quien describió como “la persona más cristiana que había conocido en [su] vida hasta ese momento”1.
Schmeil no tardó en visitar el hogar de los Nugent y les enseñó el Evangelio, incluido un principio que constituía un gran obstáculo para Nugent:
“Esa primera noche”, escribió más tarde, “Paul me habló acerca de la posición de las personas de raza negra en la iglesia mormona”, refiriéndose a una restricción de la autoridad del sacerdocio para las personas de ascendencia africana.
Ése fue el único inconveniente que Nugent, que es de raza negra, veía. Recuerda que todo lo demás “encajaba perfectamente”.
“Nunca olvidaré aquella noche”, escribió. “Fue como si un mensajero de Dios hubiera venido a visitarme y el mensaje que trajo era exactamente lo que yo andaba buscando. Leí con entusiasmo los folletos y salí al patio a meditar y reflexionar sobre lo que se había dicho”.
Sin embargo, la restricción en cuanto al sacerdocio era preocupante.
“Me sentí herido en mi amor propio”, escribió, “pero experimenté un fuerte sentimiento de que el mensaje era verdadero y de que, en realidad, se trataba de algo más que de orgullo y vanidad. Busqué al Señor en oración y recibí una respuesta fuerte y clara. ¡Era la verdad! Había recibido un testimonio de la verdad por medio del Espíritu”.
La familia Nugent continuaron aprendiendo el Evangelio con Schmeil y otros miembros de la Rama Mandeville, Jamaica, de la Iglesia. Asistieron a noches de hogar, leyeron el Libro de Mormón, oraron, asistieron a las reuniones de la Iglesia y rápidamente se integraron en el grupo de santos de Jamaica.
“Cuanto más escuchaba, más aumentaba mi gozo porque, finalmente, había encontrado lo que buscaba”, recordaba Nugent. “Estábamos convencidos de su veracidad y nuestra convicción se volvió más fuerte”2.
Victor Nugent, su esposa, Verna, y su hijo mayor, Peter, se bautizaron en la Iglesia SUD el 20 de enero de 1974.
“Rara vez he conocido a una persona que tuviera una fe tan firme en el Señor y en sus siervos”, escribió Richard Millett, que conoció a Nugent sólo unos años después, cuando Millett sirvió como presidente de la Misión Florida Fort Lauderdale. “Victor Nugent es una de esas personas poco comunes que no sólo entiende el Evangelio, sino que intenta vivir sus preceptos con todo el corazón. No tengo ninguna duda de que él, la hermana Nugent y su familia forman parte de los escogidos del Señor”3.
Durante casi tres años, la pequeña rama de Jamaica fue prosperando a medida que diversas familias estadounidenses llegaban y se marchaban del área. Pero, con el tiempo, las circunstancias provocaron que esas familias se marcharan y no fueran reemplazadas. Como Nugent no podía poseer el sacerdocio, en la isla no quedó ninguna autoridad de la Iglesia SUD.
Cuando llegó el momento de que sus hijos recibieran ordenanzas como el bautismo y las bendiciones cuando eran bebés, la familia Nugent llevaron a sus hijos a la casa de la misión en Florida. Pero, por lo demás, estaban solos.
Sin embargo, de alguna manera se mantuvieron fieles. Junto con otro jamaicano, Amos Chin, que se había unido a la Iglesia en Montreal, la familia Nugent se reunían cada semana para leer las Escrituras y adorar lo mejor que podían sin el sacerdocio. Gracias al ejemplo y al esfuerzo de Victor Nugent, otra familia se unió a ellos en febrero de 1978: Errol y Josephine Tucker, junto con sus hijos.
Uno de los estadounidenses que había ayudado a llevar a la familia Nugent a la Iglesia, Blaine Nichols, dijo que las familias SUD que habían entablado amistad en su rama de Jamaica se preguntaban a veces qué pasaría con la Iglesia en ese país.
Posteriormente escribió: “Nos preguntábamos, viendo los grandes desafíos a los que se enfrentaban, qué llegaría a pasar con las semillas que se nos permitió sembrar en aquel suelo jamaicano”.
Sin embargo, las preguntas no quedaron sin respuesta durante mucho tiempo. Como Nichols escribió: “Con la buena semilla ya sembrada, sólo quedaba esperar a que llegara la lluvia para nutrirla”4.
La lluvia empezó a caer en junio de 1978, cuando se retiró la restricción en cuanto al sacerdocio y se abrió la puerta de todo un mundo nuevo para los pioneros jamaicanos.
“Me encontraba en mi oficina, en Alpart”, dijo Nugent de aquel día. “Eran las dos de la tarde, las dos y seis minutos, según mis registros, cuando recibí [un mensaje de Richard Millett] por teléfono y le devolví la llamada. Él me dijo: ‘Hermano Nugent, ¿está sentado?’. Le dije: ‘Sí’. Richard me lo dijo y yo no me lo podía creer. Si el mensaje no hubiera venido directamente del presidente de misión, probablemente no lo habría creído. Estaba conmocionado, porque era lo último que esperaba oír… Me refiero a que, durante un tiempo, no fui capaz de decir nada. Estaba simplemente aturdido. Era lo último que me esperaba. Le dije simplemente: ‘¿Qué es esto?’ Por supuesto, yo sabía exactamente lo que eso significaba y empecé a temblar. Los ojos se me llenaron de lágrimas”5.
Poco después, Nugent recibió el sacerdocio y la familia Nugent obtuvo la recomendación para ir al templo. Se sellaron en el Templo de Salt Lake en septiembre de 1978.
“¡Fue un sentimiento como de otro mundo!”, afirmó Nugent. “Cuando crucé las puertas del templo, seguía sin creerme que estuviera allí. Sentí que había llegado al cielo y que estaba rodeado por ángeles”6.
Nugent asumió fácilmente sus nuevas responsabilidades del sacerdocio. Sólo unos meses después de su ordenación, ordenó a Errol Tucker al Sacerdocio de Melquisedec de una manera que, según Millett, reflejaba la dignidad de alguien que “llevara muchos años haciéndolo”. El élder M. Russell Ballard, que acababa de dedicar Jamaica para la predicación del Evangelio y estuvo presente en la ordenación, posteriormente “mencionó varias veces… la forma en la que el hermano Nugent había efectuado la ordenación del hermano Tucker. Dijo: ‘Parecía que el hermano Nugent hubiera sido miembro de la Iglesia durante cincuenta años por la forma en que ordenó al hermano Tucker y pronunció una bendición sobre su cabeza’”7.
Posteriormente, Millett atribuyó a los fieles Nugent el haber sido “singularmente responsables del progreso de la Iglesia en toda Jamaica”.
“Allí donde ha vivido la familia Nugent, el Evangelio ha florecido y ha aumentado el número de miembros de la unidad de la Iglesia. Rara vez se pueden encontrar un ejemplo y un compromiso con el Señor como los suyos”8.
De hecho, la temprana fuerza de la Iglesia en Jamaica descansó en gran parte sobre los Nugent. Victor, con frecuencia, dedicaba una hora antes de las reuniones de la Iglesia cada domingo a manejar por la zona con su furgoneta de quince pasajeros, recogiendo a personas para que asistieran a las reuniones. Después los llevaba a todos a casa9. El élder Joseph B. Wirthlin recordó una visita que hizo a Jamaica y a los Nugent en 1980, dos años después de que la obra misional de la Iglesia se inaugurara allí oficialmente. En esa visita recibió informes de la rama con un 100% de visitas de orientación familiar y maestras visitantes. La asistencia a la reunión sacramental también era perfecta y todos los miembros pagaban un diezmo íntegro10.
La familia Nugent continuó siendo los cimientos de la Iglesia en Jamaica durante más de dos décadas, hasta que emigraron a los Estados Unidos en el año 2000, donde los cinco hijos de Victor y Verna se graduaron en la Universidad Brigham Young11.
Recordando el tiempo que pasaron en Jamaica, Jay y Shirley Bills (dos de los miembros expatriados de la Iglesia que ayudaron a poner los cimientos del Evangelio para los Nugent) tienen algo muy claro:
“Podría pasarme días enteros aquí sentado y contarles todas las cosas que sucedieron para establecer firmemente la Iglesia en Jamaica y para que Victor Nugent se uniera a la Iglesia”, dijo Jay Bills. “Y una vez que ocurrió eso, todos se marcharon”12.