Sacrificar el fútbol por el servicio

Elizabeth Maki

Samuel Borén: Pionero de la Iglesia en Argentina

Junto al testimonio, tal vez no haya un tema más recurrente en los relatos de los conversos a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días que el tema del sacrificio, en particular cuando esos conversos son pioneros en su tierra natal o en su familia.

El pionero argentino Samuel Borén no es una excepción. Cuando Borén se bautizó en las afueras de Buenos Aires en 1936, se convirtió en uno de los primeros miembros de la Iglesia en Argentina. Con sólo 20 años de edad, Borén era un jugador de fútbol muy bueno, con grandes expectativas, que jugaba en el equipo de segunda división de uno de los mejores clubes de fútbol de Buenos Aires.

Unos años después de bautizarse, Borén fue llamado a ocupar una posición de liderazgo en la Iglesia, más o menos al mismo tiempo que se le ofreció un contrato para jugar al fútbol en primera división. Ambas actividades le exigían que dedicara mucho tiempo los domingos y no había forma alguna de que el joven converso pudiera hacer las dos cosas. Tras pedir consejo al presidente de misión, Frederick S. Williams, que le dijo “Ésa es una decisión que sólo usted puede tomar”; Borén rechazó el contrato1.

Borén declaró posteriormente: “Me resultó muy difícil olvidarme de jugar al fútbol los domingos. “Cuando jugaba, me parecía que tenía el mundo en las manos… Dejé de jugar los domingos. Naturalmente, por alguna razón, el Señor me volvió a bendecir para que me sintiera tranquilo… Cuanto más tiempo pasa, más convencido estoy de que fue el Señor quien tomó esa decisión”2.

Ese primer sacrificio puso a Borén en un camino de servicio que marcaría el resto de su vida. Pronto fue llamado a servir una misión entre sus compatriotas, en Argentina, lo que le convirtió en uno de los primeros argentinos en servir.

Contar con alguien que no fuera extranjero para predicar el Evangelio en Argentina constituyó una potente herramienta. En una puerta, Borén dijo al niño que les abrió quiénes eran él y su compañero y por qué estaban allí. El niño se giró y gritó: “¡Mamá, éste habla como nosotros!” 3.

Después de su misión, Borén se casó con Clara Lorenzi en Buenos Aires. Durante la Segunda Guerra Mundial, sirvió como presidente de la primera rama local de Argentina, en La Plata. Más tarde, sirvió como consejero de la presidencia de rama de Haedo hasta 1949, cuando fue llamado como consejero de la presidencia de misión, un hecho que, de nuevo, lo convirtió en el primer argentino en ocupar ese puesto en su país.

Su servicio continuó en 1963, cuando Borén fue llamado como tesorero del comité de construcción de la Iglesia para Sudamérica. Más adelante, en 1969, fue llamado como presidente de la Misión México Sudeste. En 1972 se convirtió en representante regional de la Iglesia, responsable de Ecuador, Colombia y Venezuela. Su esposa, Clara, fue llamada a servir en la Mesa Directiva General de la Sociedad de Socorro, más o menos al mismo tiempo, y juntos fueron los primeros en presidir el Templo de Lima, Perú, en 19854.

Como había puesto una gran parte de su vida al servicio de su fe, a Borén le resultó fácil reconocer los sacrificios realizados por las personas con las que trabajó en el Templo de Mesa, Arizona, en la década de 1960. Mientras prestaba servicio como obrero de las ordenanzas allí en las sesiones en español, Borén vio a menudo a grandes grupos de miembros procedentes de México y Guatemala, que habían hecho un largo viaje para asistir al templo.

“¡Oh, es maravilloso”, dijo. “Resulta gratificante ver asistir a estos miembros. Algunos de ellos hacen sacrificios —bueno, la mayoría de ellos—, pero el valor no está en el sacrificio que hacen, sino en que van al templo y allí aprenden cosas. Después de ir al templo son más fuertes en la Iglesia”5.