“Esta piedra llega a nosotros ahora”

Elizabeth Maki

Los santos de Togo ven la profecía de Daniel cumplirse

Dieudonné Attiogbe trabajaba para la embajada de Togo en Londres en 1989 cuando conoció a los misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Al principio no le atrajo la idea de considerar otra religión que no fuera la católica, pero después de leer el Libro de Mormón, aceptó el Evangelio restaurado y se bautizó. Por lo que sabía, él era el único miembro de la Iglesia de su país.

“Cuando me bauticé, lloré mucho el primer día, a la mañana siguiente, al ir al trabajo”, dijo Attiogbe. “Estuve casi todo el día llorando y lloraba porque pensaba en las personas de mi país. Cuando me bauticé, lo primero que deseé hacer fue proclamar este Evangelio en Togo. Llevarlo a mi familia primero y también a mis amigos”1.

El regreso a casa

A finales de los años ochenta, la Iglesia llevaba más de una década establecida en naciones de África Occidental como Ghana y Nigeria; pero cuando Attiogbe regresó a su hogar en Togo, estaba solo en su nueva fe y sintió profundamente la falta.

“Echaba mucho de menos la Iglesia”, dijo. “No sabía a dónde ir, porque la Iglesia formaba parte de mi vida y ahora me faltaba algo, así que comencé a buscar”.

Sin saber qué hacer por sí mismo, Attiogbe visitó congregaciones establecidas en la vecina Accra, Ghana, así como más al oeste, en Costa de Marfil. Attiogbe dijo que fue “sólo para sentir el espíritu de la Iglesia allí”, pero sus visitas resultaron provechosas por otra razón. En Ghana, el líder de la Iglesia Emmanuel Kissi instó a Attiogbe a perseguir su sueño de ver la Iglesia organizada en Togo. Para ello debía ponerse en contacto con las oficinas de la Iglesia en África, en Johannesburgo, Sudáfrica, a fin de solicitar ayuda.

“El hermano Kissi me pidió que les escribiera una carta”, dijo Attiogbe. Con el apoyo de Kissi, Attiogbe se sintió menos solo. “Él estaría ahí, alentándome para que pudiéramos hacer algo en Togo, y me dijo que, ya que sabía hablar francés y algo de inglés, yo podía ayudar a que la Iglesia creciera en Togo”. La perspectiva de llevar la Iglesia a un país de casi cinco millones de habitantes debió haber sido abrumadora, pero Attiogbe se armó de valor. “Está bien, vamos a intentarlo; ¿por qué no?”, le dijo a Kissi.

Contactos y reuniones

Resulta que Attiogbe no estaba tan solo en Togo como había temido. En respuesta a sus esfuerzos, la Oficina de la Iglesia en Johannesburgo le envió a Attiogbe una lista de varios togoleses que se habían bautizado en el extranjero, junto con sus direcciones. Attiogbe escribió cartas a todos ellos y con el tiempo se reunió con ellos para hablar del Evangelio.

Junto a Koffi Afangbedji, que se había unido a la Iglesia en Dinamarca, y Agnon Didier, Attiogbe formó un pequeño grupo de Santos de los Últimos Días en Togo hacia 1996. El grupo se reunía en una pequeña habitación que Attiogbe consiguió en el pueblo de Nkafu, a veces con hasta tres personas compartiendo una silla; el hijo de Attiogbe acompañaba los himnos con un piano de juguete.

Sin embargo, Nowah Afangbedji, que por entonces era sólo un niño, tiene buenos recuerdos de los primeros días de la Iglesia en Togo.

“Disfrutábamos mucho”, dijo él. “Era muy, muy agradable. Recordar esa época… oh… es algo importante”.

La organización de la Iglesia

Con la ayuda de Kissi y del líder de la Iglesia en Ghana John Buah, Michel Avegnon, un nativo de Togo que se había unido a la Iglesia en Ghana en 1991 y había servido una misión de tiempo completo entre 1993 y 1995, encontró a Attiogbe a principios de 1997 y ayudó al grupo a organizarse2.

James Mason, presidente del Área África, organizó oficialmente el grupo de Lomé, Togo en julio de 1997 con Didier como líder de grupo y Avegnon como ayudante del líder de grupo responsable de la obra misional en Togo3. Para cuando Avegnon comenzó su asignación, Attiogbe ya tenía una lista de investigadores. Los primeros bautismos en Togo tuvieron lugar unos meses más tarde, el 20 de septiembre de 1997, en la piscina de un hotel4.

“Aquélla fue una época especial para nosotros”, recordó Attiogbe. “Preparamos a nuestras familias, las familias de aquellos que habíamos sido bautizados, y entonces vinieron los misioneros y les enseñaron las charlas, y luego se bautizaron. En ese primer servicio bautismal se bautizaron catorce personas; aquél fue un día muy especial para nosotros”.

Nowah Afangbedji, una de las catorce personas que se bautizaron, dijo que nunca olvidaría ese día.

“Fue maravilloso”, dijo. “Los sentimientos que tuve, el poder limpiador que sentí y el espíritu del Señor que llegó a mi alma y la de toda la congregación… El gozo que sentimos ese día fue especial; muy especial”.

Para Attiogbe, fue la culminación de varios años de sueños y esfuerzo.

“Aquél fue un día de gran gozo porque pensé en la forma en la que yo había recibido el Evangelio”, dijo. “No fue fácil cuando me hablaron del Evangelio, pero cuando lo recibí, lo hice de todo corazón, y mi deseo era compartirlo con mis paisanos togoleses cuando regresara a casa, porque estaba muy emocionado. En esa precisa ocasión recordé que ése era el día, y sentí un gran gozo dentro de mí al pensar que se estaba haciendo realidad. Las personas se estaban bautizando… y aquello era sólo el comienzo, y todo iría bien con la bendición del Señor”.

El reino comienza a rodar

Menos de dos años más tarde, Togo pasó a formar parte de la Misión Costa de Marfil Abiyán y un matrimonio misionero, Demoine y Joyce Findlay, comenzó la obra misional en el país en febrero de 1999. Ese mismo mes se organizó la Rama Lomé, con Dieudonné Attiogbe como su primer presidente.

“El entusiasmo de los miembros quedó manifiesto aquel día en el hecho de que la mayoría de ellos ocuparon sus asientos con más de una hora de antelación”, escribió Joyce Findlay. “Adultos y niños se sentaron con reverencia mientras escuchaban una grabación de música de la Iglesia en el nuevo edifico adquirido recientemente y magníficamente preparado por el Departamento de Asuntos Temporales de la Oficina del Área África Oeste. El gozo que sintieron los nuevos líderes se hizo evidente en sus testimonios. Dieudonné Attiogbe, el recién llamado presidente de rama, comentó: ‘declaré a todas las personas que algún día la Iglesia llegaría a Togo, y aquí estamos hoy’”5.

Años más tarde, en 2009, sólo dos semanas después de que Nowah Afangbedji regresara de una misión de tiempo completo en Nigeria, se creó el primer distrito en Togo.

“Ahora puedo darme cuenta de que aquellas pequeñas cosas que hicimos entonces fueron un firme cimiento para la gran obra que ahora disfrutamos”, dijo Nowah. “La segunda semana después de regresar de mi misión, se organizó el distrito y vi a toda la congregación, las cuatro ramas juntas, cantando, y pensé: No; hace sólo unos años éramos un pequeño grupo reunido en una reducida sala. ¿Cómo es posible que ahora seamos un grupo tan grande? Y sentí dentro de mí que, realmente, ninguna mano impía puede detener el progreso de la obra del Padre Celestial”.

Para Attiogbe, el hecho de que la Iglesia en Togo tenga hoy más de mil quinientos miembros6 es el cumplimiento de la profecía que él ha tenido el privilegio de presenciar por sí mismo.

“Hoy en día, yo sé que el Evangelio… que se proclama aquí, en Lomé... es sólo una parte de la piedra sobre la cual Daniel habló en la Biblia”, dijo Attiogbe. “Esta piedra llega a nosotros ahora. Esto es lo que siento. Siento que la profecía del profeta Daniel se está haciendo realidad en este instante en mi propio país, y me siento muy feliz por ello”7.