El amor por las letras

Sheila Gill Hadden and James Goldberg
7 September 2018

En los servicios bautismales, los niños de ocho años vestidos de blanco a menudo cantan junto con familiares y miembros de su barrio “En Judea siglos hace, / fue Jesús a ver a Juan, / y por él fue bautizado / en las aguas del Jordán” (“El bautismo”, Canciones para los niños, págs. 54–55).

Mabel Jones Gabbott

En los servicios bautismales, los niños de ocho años vestidos de blanco a menudo cantan junto con familiares y miembros de su barrio “En Judea siglos hace, / fue Jesús a ver a Juan, / y por él fue bautizado / en las aguas del Jordán”1. Al siguiente día, a veces se unen a la congregación para cantar “Hoy con humildad te pido”2 mientras se prepara la Santa Cena. Durante el silencio que sigue, y mientras el pan y el agua son bendecidos y repartidos, puede que esos mismos pequeños miembros de la Iglesia recuerden la letra de otro himno: “Y de la muerte, ¿cómo nos podía enseñar? / Mandó a Su Hijo a morir y a resucitar”3

Aunque es probable que pocos reconozcan el nombre de Mabel Jones Gabbott, los miembros de la Iglesia en la actualidad escuchan con frecuencia la letra de sus canciones, muchas de las cuales se saben de memoria. Además de numerosos artículos y poemas que escribió durante su larga trayectoria en las revistas de la Iglesia, Mabel Jones Gabbott fue la autora de dieciséis canciones de la Primaria y cuatro himnos de la Iglesia. Hoy en día, sus sobrias y sencillas frases de asombro y testimonio fortalecen la espiritualidad de millones de personas.

¿Qué influencias y experiencias formaron a esa escritora cuya labor ha llegado al corazón de tantas personas?

Es originaria de Malad, Idaho, y de ascendencia galesa mormona.

Muchos años antes de que Mabel Jones naciera en el pueblo galés mormón de Malad, Idaho, en 1910, los miembros galeses de la Iglesia ya habían dejado su huella en la música y las canciones de la Iglesia. En la cultura galesa se da mucha importancia al canto y a la narración de cuentos y, por ello, los conversos que se congregaban en los primeros centros de reuniones de la región de las Montañas Rocosas siguieron con aquellas tradiciones. En 1849, un converso galés, cuyo nombre era John Parry, organizó un grupo de cantantes con varias docenas de sus compatriotas, lo que llegaría a conocerse como el Coro del Tabernáculo Mormón. Una generación después, bajo la dirección de Evan Stephens, quien era otro miembro de la Iglesia galés y prolífico autor de himnos, el coro ayudó a elevar la imagen de la Iglesia ante el público con la impresionante presentación que hizo en una competencia de canto estilo galés en la Feria Mundial de Chicago en 1893.

“En la cultura galesa se da mucha importancia al canto y a la narración de cuentos, y, por ello, los conversos que se congregaban en los primeros centros de reuniones de la región de las Montañas Rocosas siguieron con aquellas tradiciones”

En la época en que nació Mabel en el pueblo de Malad, a pesar de que éste tenía una población de sólo 1300 habitantes, se organizaban festivales anuales de canto y de narración de cuentos que seguían la antigua tradición galesa conocida como eisteddfod. Fue en esa cultura que Mabel “se enamoró de las letras” siendo apenas una niña4. Ella le leía libro tras libro a su abuela materna que estaba postrada en cama, y le encantaba sentarse con un libro detrás de la estufa redonda de la sala y escuchar a sus tíos hasta altas horas de la noche cada vez que éstos se juntaban para conversar. En la adolescencia, a Mabel y a dos de sus amigas íntimas, Clarice Parry y Gwendolyn Evans, se les pedía a menudo que acompañaran al padre de Gwen, quien era miembro del sumo consejo de la estaca, para que compartieran sus talentos en los barrios de los alrededores. En las reuniones sacramentales, Clarice tocaba el piano, Gwendolyn cantaba y Mabel leía poemas5

Mabel también recordaba que la música y el baile eran parte importante de la cultura de Malad en ese entonces. Cuando cursaba la secundaria en la década de 1920, la Iglesia decidió reemplazar el antiguo centro de reuniones de madera al que ella había asistido hasta entonces, y el barrio organizó “un baile y una última celebración” a manera de despedida del inmueble. “Algunos salimos del edificio durante la velada”, recordó Mabel, “y nos pareció ver que el edificio se balanceaba al ritmo de la gente que bailaba en su interior”6

Después de asistir a la universidad, Mabel regresó a Malad por unos años en calidad de maestra y fue entonces que comenzó a escribir. Ella y su hermana Elaine escribían guiones de parodias y de espectáculos ambulantes de la Iglesia. Nunca se imaginaron que el pasatiempo de Mabel era un talento que llegaría a ser una parte importante de su vida.

Muchos mentores

Unos años antes de cumplir los treinta, Mabel dejó su hogar para servir en la misión de los estados del noroeste. Su presidente de misión, Preston Nibley, observó el talento que ella tenía para escribir y la alentó a seguir adelante. En una ocasión, ella escribió en forma de poema el informe semanal que le entregaba a él. En otra, él le dio la asignación de escribir un relato sobre el crecimiento y los logros de la Sociedad de Socorro en los estados del noroeste de Estados Unidos.

Poco antes de ser relevada, Joseph L. Wirthlin, quien se desempeñaba como consejero en el Obispado Presidente, visitó la misión de los estados del noroeste y la instó a que fuera a Salt Lake y solicitara empleo en la Iglesia. Cuando lo hizo, se le contrató como secretaria del Obispo Presidente de la Iglesia, LeGrand Richards. Belle Spafford, que entonces era la directora de la revista Relief Society Magazine, trabajaba en el mismo edificio que Mabel y le pidió que escribiera un poema para un número próximo. Para Mabel, por el tipo de relaciones y oportunidades que tuvo, ése fue un “año indescriptible e inolvidable de asombro” en Salt Lake City. Poco después de la publicación de su poema, Mabel se dirigió a un lugar de las escaleras del capitolio estatal, al cual le gustaba ir y “contemplar el valle al cual mi gente vino de tan lejos” y se puso a reflexionar sobre sus recientes logros. “Tengo 28 años y ya publiqué un poema”, pensó. “Puedo lograr todo lo que me proponga”7

Alrededor de ese entonces, Mabel comenzó a vivir en el mismo apartamento con Florence Nielsen, a la que había tenido de compañera en la misión y quien comprendía y apreciaba su amor por las letras. Un día, después de tener un desacuerdo con su novio, Mabel le dijo a su compañera de apartamento: “Ahora nunca me voy a casar”. Florence le dijo: “No te preocupes, Mabel, aún te queda la biblioteca”8

Mabel le dijo a su compañera de apartamento: ‘Ahora nunca me voy a casar’. Florence le dijo: ‘No te preocupes, Mabel, aún te queda la biblioteca’”.

Mabel al final se casó con ese novio, J. Donald Gabbott en 1941, unos meses antes de cumplir 31 años. “El pasatiempo de él era la fotografía y el mío la poesía, así que yo le servía de modelo”, recordó ella, “y le escribía docenas de poemas de amor”. La estrecha relación que ella tenía con su esposo y sus cinco hijos llegaría a ser temas constantes en sus obras, como en su breve poema “Ahora estamos casados”.

Antes, las horas no alcanzaban
para expresar los sentimientos del corazón,
apenas sabíamos lo que era el amor y contábamos nuestra historia
hasta que el alba tintineó la noche.

Ahora estamos casados, nuestras miradas se encuentran
por encima del libro de cada quien;
y para saber todo lo que queremos decir
basta una sola mirada9

En su época de madre joven, Mabel dejó de trabajar tiempo completo, pero siguió encontrando tiempo para desarrollar sus talentos. Por medio de un taller de poesía que patrocinaba la revista Children’s Friend, llegó a conocer a muchos escritores y formó un grupo que se juntaba con frecuencia para estudiar, escribir y hacer críticas. Gracias a sus habilidades y a esa sólida red de apoyo, ella floreció como escritora a pesar de que sus responsabilidades de madre ocupaban mucho de su tiempo. Además de sus varios proyectos personales, como escribir poemas para las bodas de sus sobrinos, escribió himnos para el himnario de 1950 y editó manuscritos para la revista Children's Friend.

De regreso a trabajar

A principios de la década de 1960, cuando los hijos mayores de Mabel y Don estaban en la universidad y los más chicos en la escuela primaria, los reveses económicos que tuvo la familia le motivaron buscar nuevamente un empleo de tiempo completo. Sin embargo, al solicitar empleo de secretaria, Mabel se dio cuenta de que durante los 20 años que estuvo alejada del empleo formal las cosas habían cambiado mucho: “Ahora se dictaba con rapidez, la terminología era nueva y las máquinas de escribir eran eléctricas. No estaba preparada y mis conocimientos no estaban al día”10

Tras lo que fue una sensación de desaliento, Mabel decidió buscar empleos en los que pudiera utilizar las aptitudes de redacción y edición que había puesto a punto durante los años que se dedicó a su hogar. En 1964, se le contrató como editora de manuscritos para la revista Relief Society Magazine. Para el año siguiente, tres revistas de la Iglesia solicitaban sus servicios. “Poco sabían de lo poco que yo sabía”, diría ella después en son de broma11

Optó por trabajar para la revista Improvement Era y llegó a ser una importante colaboradora entre el personal que en su mayoría era del sexo masculino. A veces, sus experiencias como editora daban rumbo a su poesía. Por ejemplo, al revisar artículos sobre la Creación, ella sentía que la función de Eva no recibía el reconocimiento que merecía, cuya observación inspiró el poema que escribiría en 1967: “Eva y yo”. En él, se preguntaba si ella habría tenido el valor de escoger la mortalidad en lugar de la seguridad del Jardín de Edén y concluía con estas seis líneas.

Si yo fuera Eva y la serpiente viniera a mí
(astuta y maliciosa llamándome por mi nombre),
y me ofreciera dolor, congoja y muerte,
y el amor de un niño hasta mi último suspiro,
creo que comería del fruto
y consideraría el valor que tiene la mortalidad12

El poema caló hondo en los lectores. En una carta que se envió al editor decía lo siguiente: “Leí el número de febrero de la revista Era y solamente encontré un error: El poema ‘Eva y yo’ de Mabel Jones Gabbot debió haber ocupado la portada. Junto con Eva y Mabel Jones Gabbot, yo comeré del fruto cada vez”13

Además de los artículos y la poesía que escribía para la revista Improvement Era, Mabel siguió acumulando experiencia en la composición de himnos que le ayudaba a trabajar en canciones de la Iglesia para los niños. Esas canciones representaban un particular desafío artístico, ya que éstas tenían que captar la imaginación de los pequeños y al mismo tiempo explicar doctrinas complejas plasmadas en unos pocos conceptos fundamentales. Mabel sentía la obligación de explicar principios del Evangelio de forma tal que se sintiera satisfecha a medida que trabajaba. Tres de sus canciones, entre ellas “El bautismo” y “To Think About Jesus”, fueron incluidas en el libro de canciones de la Primaria de 1969 Sing with Me.14

La experiencia de Mabel como escritora de himnos y editora la prepararon para una asignación de gran importancia. En 1973, se comenzó una revisión a fondo y una actualización del himnario de la Iglesia. A Mabel se le llamó para que sirviera en calidad de directora del comité de texto, siguiendo así los pasos de Emma Smith, a quien se llamó en 1830 para “hacer una selección de himnos sagrados… para el uso de mi iglesia” (D. y C. 25:11). El interés de Mabel por las formas poéticas y la claridad doctrinal ayudaron para que el proyecto que duró 12 años fuera un éxito trascendental, cuyo resultado fue el bien conocido himnario verde que aún se usa en la actualidad.

El proyecto comenzó justo cuando Mabel dejó de trabajar tiempo completo para las revistas de la Iglesia. Continuó desempeñando su llamamiento con el comité del himnario aún después de jubilarse en 1975.

La jubilación

Muchas parejas aguardan con ansia el día de su jubilación a fin de pasar tiempo en su hogar, con su familia o para servir en una misión. Sin embargo, para Don y Mabel esos sueños no se realizarían. En mayo de 1976, Don murió de leucemia. Mabel pasó sus años de jubilación sin él. Así como lo había hecho muchas veces en el pasado, Mabel plasmó sus pensamientos de esa experiencia en forma de poema:

“Después…”

Sí, tengo recuerdos, suficientes, dirías tú,
como para consolarme el resto de mi vida.

Recuerdos de arroyos que surcan velozmente las montañas,
y de ideas en cuanto a Dios, a la fe y a los libros;

El del silencio al trotar por las calles antes del amanecer,
o el de cortar cerezas oscuras, frescas y dulces;

El de emociones compartidas al jugar,
el de la tristeza de un gozo que no llegaba;

El de diferencias y la llegada de mi otoño,
el de amar, aceptar, dar y perseverar;

Pero tengo fe, pues sé que el mañana aguarda,
y Don estará a la espera en las eternidades.

Es solamente hoy que tengo que arreglármelas para vivir,
es solamente por ahora que me encuentro en la soledad15

No obstante, a pesar de lo difícil que era acostumbrarse a vivir sin Don, Mabel encontró la manera de hacer mucho más que solamente “arreglárselas para vivir”. Realizó algunas de sus mejores obras en las décadas posteriores a su jubilación. Fue sobre todo en la música para los niños que ella floreció. En 1981, publicó una cantata para niños sobre el Libro de Mormón. En 1982, escribió “Mandó a Su Hijo”, donde plantea seriamente, y de forma accesible y elegante, la manera en que Dios tiende la mano a un mundo en estado caído. En diciembre de 1985, cuando ella tenía 75 años, la revista Friend publicó una peculiar canción de Navidad que ella había escrito, la cual habla de la profecía de Samuel el Lamanita acerca del nacimiento de Cristo16

En 1987, a la edad de 77 años, se combinaron dos acontecimientos que brindaron a Mabel una oportunidad inesperada. Se volvió a publicar uno de sus libros publicado anteriormente, lo cual le valió el pago de una generosa regalía, al mismo tiempo que se enteró de la oportunidad de un viaje de estudio a Cambridge, Inglaterra. Mabel tomó un curso de poesía y uno de historia, y luego pasó dos semanas paseando en coche en Gales, la tierra de sus antepasados, meditando en lo que debió haber sentido su abuela cuando dejó ese “país tan verde y exuberante” para irse a vivir cerca de los santos y los templos del Señor en una tierra lejana y desértica17

A pesar de que Mabel, la escritora, había madurado en el transcurso de una vida larga y productiva, la capacidad de asombro y el amor por las letras que tenía desde niña aún formaban parte de su vida y se reflejaban en sus obras. Tal fue el caso en este poema que se publicó en la revista Friend, un año después de su visita a Inglaterra y Gales:

Como las manzanas de los árboles,
unas amarillas, otras rojas,
cada libro tiene un sabor distinto
cuando se lee.
Algunos son ácidos, otros maduros,
los hay dulces y jugosos,
¡Todo un festín!
¡Vamos, comamos!18

En 1989, se publicó el libro Canciones para los niños que se usa hasta la fecha. Mabel había escrito 16 de las canciones que se incluyeron, la mayor cantidad que cualquier otro autor. “Es un gozo indescriptible”, escribió Mabel, “el que se siente al expresar una idea con palabras inteligibles y rítmicas… A veces parece que las ideas no quedan claras con la métrica que se usa, que las palabras no transmiten lo que dicta la mente o que el ritmo lírico del verso queda mal y disparejo. No obstante, después de mucho batallar, el verso se acomoda y se concreta lo que se siente en el corazón y lo que se tiene en la mente”19