Elvira Stevens Barney

La fe de una niña huérfana

Elvira Stevens Barney nació el 17 de marzo de 1832. “Cuando tenía doce años de edad, Elvira escuchó el Evangelio que predicaba un élder mormón y, desde ese día, todos los días oraba en secreto hasta que el Señor le dio un testimonio que dejó a su corazón satisfecho. Elvira se bautizó en 1844 y fue con sus padres a Nauvoo, donde su padre falleció el 4 de octubre tras una breve enfermedad. En enero, Elvira y su madre se estaban preparando para el viaje a través del desierto, procesando maíz, etc.; pero su madre, vencida por el esfuerzo, el dolor y el agotamiento, murió el día 6 del mes. Vendieron su granja, sus bienes, etc., y los cinco hijos recibieron diez dólares cada uno para usarlos en su viaje al oeste. Elvira, con lágrimas en los ojos, se separó de su hermano gemelo a los 14 años de edad y nunca más lo volvió a ver. Él murió seis años después. A Elvira la llevaron a unos cuarenta kilómetros a través de la pradera y allí pasó el invierno entre extraños. No había niños con quien juntarse, nadie que sintiera ternura por el corazón solitario y dolorido de esta niña huérfana” (“Dra. Elvira S. Barney”, en Representative Women of Deseret, compilado por Augusta Joyce Crocheron, Salt Lake City, Utah: J. C. Graham & Co., 1884, págs. 76–77).

En 1846, los primeros miembros de la Iglesia dedicaron el Templo de Nauvoo. Al igual que Elvira Stevens, muchos de los santos ya habían cruzado el río Misisipi y partido de Nauvoo para comenzar su viaje a Winter Quarters. “Algunos de los que ya estaban en el camino a Winter Quarters regresaron para la dedicación y una de los que lo hicieron fue Elvira Stevens, de 14 años. Después de quedarse huérfana en Nauvoo y viajar al oeste con su hermana y su cuñado, Elvira cruzó el Misisipi tres veces para asistir a los servicios [dedicatorios] y fue la única miembro de la compañía de carromatos que lo hizo. ‘El poder celestial era tan grande’, escribió; ‘entonces crucé y volví a cruzar para beneficiarme de ello, aun siendo tan joven’. Elvira aún no había recibido las ordenanzas del templo, pero el poder espiritual de la edificación misma y las circunstancias de su dedicación se mantuvieron como prominentes recuerdos de su […] vida en Nauvoo” (Carol Cornwall Madsen, In Their Own Words: Women and the Story of Nauvoo, Salt Lake City: Deseret Book, 1994, pág. 23).

Años más tarde, Elvira escribió acerca de su experiencia en la parte trasera de una tarjeta postal que representa al Templo de Nauvoo en 1846 y, posteriormente, cuando había quedado en ruinas.

“El templo aparece como lo vi por última vez en 1846. Salí de allí después de regresar tres veces a través del río Misisipi (la única persona de nuestra compañía que se dirigía hacia el oeste) para ser testigo de la dedicación, los días 1, 2 y 3 de mayo de 1846, siendo entonces una huérfana de solo 14 años. El poder celestial era tan grande que entonces crucé y volví a cruzar para beneficiarme de ello, aun siendo tan joven”. —Elvira Stevens