Mary Elizabeth Rollins

Una niña fuerte y valiente

Otoño de 1830
Kirtland, Ohio

“Un gran número de los residentes de Kirtland aceptó el bautismo. Mi madre y yo también, en el mes de octubre de 1830. Hubo una reunión esa noche y nos enteramos que el hermano Morley tenía el Libro [de Mormón] en su posesión, el único en esa parte del país. Fui a su casa, justo antes de que la reunión comenzara y pedí ver el libro; el hermano Morley lo puso en mi mano y al verlo, sentí tal deseo de leerlo, que no pude abstenerme de pedirle que me permitiera llevarlo a casa y leerlo mientras él asistía a la reunión. Él dijo que sería demasiado tarde para que lo devolviera después de la reunión y otra cosa, apenas había tenido tiempo para leer un capítulo él mismo, y tan sólo unos pocos hermanos lo habían visto, pero rogué tan fervientemente por él que por fin dijo: ‘Jovencita, si traes este libro a casa antes de desayunar por la mañana, te lo puedes llevar’. Me amonestó que tuviera mucho cuidado y que me asegurara de que no le ocurriera nada malo.

“Si alguna persona en este mundo fue perfectamente feliz en posesión de un tesoro preciado, esa fui yo cuando tuve permiso para leer ese libro tan maravilloso […]. Todos nos turnamos para leer hasta muy tarde en la noche y, tan pronto como hubo suficiente luz para ver, yo estaba en pie y aprendí el primer versículo del libro. Cuando llegué a casa del hermano Morley, ellos se habían despertado hacía poco. Cuando le entregué el libro, comentó: ‘Me imagino que no habrás leído mucho’. Le mostré hasta qué punto habíamos leído. Estaba sorprendido y dijo: ‘No creo que me puedas decir ni una palabra del libro’. Entonces recité el primer versículo y también un resumen de la historia de Nefi. Él me miró sorprendido y dijo: ‘Hija, llévate el libro a casa y termínalo, yo puedo esperar’.

“Alrededor del tiempo en que terminé el último capítulo, el profeta José Smith llegó a Kirtland […]. El hermano Whitney llevó al profeta José Smith a nuestra casa y le presentó a los de mayor edad de la familia (yo no estaba en ese momento). Al mirar alrededor, él vio el Libro de Mormón en el estante y les preguntó cómo había llegado hasta allí el libro. Él dijo: ‘Le envié ese libro al hermano Morley’. Mi tío le contó cómo lo había obtenido su sobrina. Él le preguntó: ‘¿Dónde está su sobrina?’. Me fueron a buscar y cuando me vio me miró tan fervientemente, que casi sentí miedo. Después de un momento o dos, vino y puso sus manos sobre mi cabeza y me dio una gran bendición, la primera que yo había recibido, me regaló el libro y dijo que le daría otro al hermano Morley”.

—Mary Elizabeth Rollins

Otoño de 1831
Independence, Misuri

Después de salir de Kirtland, Mary Elizabeth, de 13 años de edad, se mudó con su madre, su hermano y su hermana a Independence, Misuri.

“Las amenazas contra nuestra gente eran terribles, estábamos demasiado unidos para agradar a los habitantes de Misuri y no creían en nuestra religión, o en nuestra manera de hacer negocios; [además] nosotros no creíamos en la esclavitud […]. Pronto un populacho se reunió en el pueblo y prendieron fuego al grano y a la pila de heno en el jardín del obispo Partridge. Todo fue destruido. Después, empezaron con las casas, rompiendo las puertas y las ventanas con piedras. Una noche, se reunieron muchos y apedrearon nuestra casa, la cual estaba construida con troncos y el frente de ladrillo. Después de romper todas las ventanas, comenzaron a arrancar el techo de la parte de ladrillo, en medio de terribles juramentos y aullidos que eran terribles de escuchar; de repente se fueron y todo quedó tranquilo. Poco después, vi al obispo Partridge con brea y plumas, así como al hermano Charles Allen.

“El populacho renovó sus esfuerzos nuevamente al derribar la imprenta, un edificio de dos plantas, y sacar a la familia del hermano Phelps de la parte inferior de la casa y poner sus cosas en la calle. [La chusma] sacó unas hojas grandes de papel y dijeron: ‘Aquí están los mandamientos mormones’. Mi hermana Caroline y yo estábamos junto a la cerca observándolos; cuando hablaron de los mandamientos decidí conseguir algunas de las hojas. Mi hermana me dijo que si yo iba, ella también iría, pero dijo: ‘Nos van a matar’. Mientras la chusma estaba ocupada en un extremo de la casa, corrimos y recogimos todas las hojas que pudimos. Los hombres nos vieron y ordenaron que nos detuviéramos, pero corrimos lo más rápido que pudimos. Dos de ellos corrieron tras nosotras. Vimos una abertura en la cerca y entramos a un maizal grande, pusimos los pliegos en el suelo y los cubrimos con nuestro cuerpo. El maizal tenía aproximadamente un metro y medio o más de altura, y era muy denso. Ellos nos buscaron por mucho tiempo y llegaron a estar muy cerca de nosotras, pero no nos encontraron. Cuando estábamos seguras de que habían abandonado nuestra búsqueda, intentamos encontrar el camino fuera del campo, el maíz era tan alto que no podíamos ver a dónde ir […]. Pronto llegamos a un viejo establo de troncos que parecía que no se había utilizado durante años. La hermana Phelps y sus hijos estaban llevando hierba y la acomodaban en un lado del establo para poner encima sus camas. Ella me preguntó qué era lo que llevaba y yo le dije. Entonces ella tomó los papeles, lo cual nos hizo sentir muy mal. Los encuadernaron en libros pequeños y me enviaron uno, el cual atesoro grandemente”.

—Mary Elizabeth Rollins

(Autobiografía de Mary E. Lightner, Utah Genealogical and Historical Magazine, tomo XVII, 1926, págs. 193–196).