“Por fin han venido”
Un nigeriano establece una congregación de Santos de los Últimos Días y espera a los misioneros
Cuando los primeros misioneros Santos de los Últimos Días llegaron a Nigeria en 1978, hubo muy poca necesidad de hacer proselitismo. Durante más de treinta años, los nigerianos que de alguna manera habían conocido la Iglesia habían escrito a los líderes de la Iglesia en Salt Lake City solicitando material de lectura y misioneros. Cuando los misioneros llegaron, se encontraron con varias congregaciones deseosas de bautizarse prácticamente ese mismo primer día.
Anthony Obinna llevaba varios años escribiendo a las Oficinas Generales de la Iglesia para cuando Rendell y Rachel Mabey y Edwin y Janath Cannon se comunicaron con él luego de su llegada a Nigeria en noviembre de 1978. Estos dos matrimonios misioneros se subieron a un taxi en Port Harcourt teniendo solo una idea general de cuál era su destino. Al igual que muchas personas en Nigeria, Obinna vivía en una casa sin número, en una calle sin nombre; pero los misioneros sabían de su pueblo, condado y estado, gracias a las cartas que Obinna había enviado. Luego de un viaje de tres horas, durante el cual hicieron tres paradas para pedir ayuda, llegaron a un camino flanqueado por bananos y palmeras que conducía hasta una pequeña capilla.
“Cerca del techo, en letras azules, estaban pintadas las palabras ‘Santos de los Últimos Días nigerianos’”, escribió Rendell Mabey más adelante. Él vio un par de puertas con la etiqueta “SUD” y otra titulada “Casa de la misión”. Mabey escribió: “Fue una experiencia muy curiosa encontrar el nombre de nuestra Iglesia en un lugar en el que ningún misionero había puesto un pie antes”.
Los misioneros encontraron allí a muchas personas, pero no hallaron a Obinna. Luego de averiguar quiénes eran los visitantes, el hijo de Obinna salió a buscar a su padre, en tanto que los misioneros exploraban la capilla.
Los Mabey se maravillaron de la pequeña capilla con sus puertas y persianas de color azul, y luego recorrieron el salón de clases, que también funcionaba como una oficina en la otra mitad del edificio. En el salón de clases ya estaba escrito con mucho cuidado en una pizarra el programa de los servicios del día siguiente. Había disponibles un ejemplar de Doctrina y Convenios y varios ejemplares del Libro de Mormón para los alumnos, y los estantes estaban repletos de publicaciones antiguas de la revista Ensign y Church News.
Tomó un par de horas para que Obinna, quien había establecido ese lugar durante más de trece años de espera, llegara y finalmente estrechara la mano a alguien que estuviera preparado para traerle por completo La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días1.
Un descubrimiento asombroso
Hacía más de diez años que Obinna había tenido un sueño en el que se le apareció un hombre que lo llevó a un hermoso edificio que nunca antes había visto. Obinna entró en el edificio y se le mostró todo lo que había allí. Posteriormente, volvió a tener el mismo sueño.
Unos años después, durante la guerra civil de Nigeria, Obinna quedó confinado en su casa por seguridad. Tomó un ejemplar antiguo de la revista Reader’s Digest y quedó atónito al ver el edificio de su sueño en el centro de un artículo sobre La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
“Nunca antes había oído la palabra ‘mormones’”, escribió Obinna. “Desde el momento en que terminé de leer la historia, mi mente no descansó”. Toda mi atención se centró en lo que acababa de descubrir. Corrí de inmediato a decírselo a mis hermanos, quienes se maravillaron y asombraron al escuchar la historia2.
Tomaría otro año antes de que la situación política en Nigeria permitiera que Obinna enviara una carta a las Oficinas Generales de la Iglesia, así que no fue sino hasta 1971 que Obinna escribió a Salt Lake City para recibir instrucciones. Recibió varios folletos y un Libro de Mormón, pero se le dijo que la Iglesia no estaba organizada en Nigeria y que todavía no había planes para hacerlo por el momento.
“Me sentí totalmente decepcionado”, recordó Obinna, “pero el Espíritu Santo me indujo a seguir escribiendo. Muchas veces, en sueños, vi a algunos de los misioneros de la Iglesia conversar sobre asuntos relacionados con la Iglesia”.
Él continuó escribiendo y, aunque su paciencia se vio probada algunas veces, no renunció al testimonio que había surgido en su interior.
“No nos sentimos desalentados de ninguna manera y continuaremos buscando la práctica de nuestra fe, que hemos hallado que es verdadera”, escribió en 1976, en respuesta a otra carta que exhortaba a Obinna a hacer todo lo que pudiera por el momento. “Somos muy optimistas de que nuestro Señor Jesucristo hará posible en el futuro que la Iglesia actúe de manera más directa. Somos plenamente conscientes de que nuestra fe está siendo probada. Estamos haciendo todo lo que podemos para establecer la verdad entre muchos de los hijos de nuestro Padre Celestial en esta parte del mundo”3.
De hecho, Obinna enseñó el Evangelio a su familia y había reunido una congregación de 71 miembros para cuando los Mabey y los Cannon llegaron, cinco meses después de que el presidente Spencer W. Kimball anunciara la revelación que eliminaba la restricción del sacerdocio, que había sido por mucho tiempo un obstáculo para la obra misional en África Occidental.
Paciencia recompensada
Cuando Anthony Obinna llegó a dar la bienvenida a los misioneros aquel día en noviembre de 1978, se comportó de manera seria y hasta reverente.
El élder Mabey se sorprendió de lo “solemne, amable y digno” que Obinna se mostró al entrar en aquella pequeña capilla, “como si demostrar su entusiasmo de forma evidente en ese momento hubiera sido casi como un sacrilegio. Sin embargo, nuestros ojos se llenaron de lágrimas. Todos sentimos emotivamente la abundancia del Espíritu de Dios”4.
“Ha sido una espera larga y difícil, pero eso ahora no importa. Por fin han venido”, dijo Obinna5.
Sin embargo, incluso la paciencia de Obinna tenía sus límites. Mabey le dijo que había otras congregaciones que los misioneros debían visitar y estimó que serían seis semanas antes de que pudieran volver para efectuar los bautismos. Pero Obinna ya estaba cansado de esperar.
“‘No, por favor’, dijo en voz baja”, escribió Mabey posteriormente. “‘Sé que hay muchos otros, pero hemos estado esperando durante trece años’. Tenía los ojos llenos de anhelo. ‘Por favor, si es humanamente posible, ¡lleven a cabo los bautismos ahora!’. Durante unos segundos nos quedamos allí sentados, mirándonos a los ojos. ‘¿Está lista la mayoría de su gente?’, le pregunté finalmente. Anthony asintió enérgicamente. ‘Sí, ¡por supuesto que sí! Ellos saben, como yo, que el Evangelio ha sido restaurado, pero debemos contar con guía y orientación. Bauticemos ahora a aquellos más fuertes en la fe y enseñemos más a los demás’. El Espíritu se sintió muy fuerte, y la bondad y el testimonio de aquel hombre eran evidentes. ‘En ese caso’, le dije, ‘haremos el bautismo tan pronto como sea posible’”6.
Los hombres fijaron una fecha para solo tres días después y el martes 21 de noviembre de 1978, diecinueve nigerianos fueron bautizados en el río Ekeonumiri. Anthony Obinna fue el primero.
Pronto se organizó una rama para los nuevos conversos, con Anthony Obinna como su presidente, sus hermanos Francis y Raymond como sus consejeros, y su esposa, Fidelia, como presidenta de la Sociedad de Socorro7.
Luego de muchos años de espera y esperanza, Obinna y sus hermanos, poco después de ser bautizados, escribieron un tipo de carta diferente a Salt Lake City.
“Todos los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días de esta parte de Nigeria tienen el placer de agradecerles a ustedes y a los Santos de los Últimos Días de todo el mundo por abrir las puertas para que el Evangelio, en su plenitud, viniera a nuestra gente”, escribieron. “Estamos felices por las muchas horas que pasaron en la sala superior del templo suplicando al Señor que nos trajera al rebaño. Damos las gracias a nuestro Padre Celestial por haber escuchado sus oraciones y las nuestras, y que por revelación haya confirmado el día prometido desde hacía mucho tiempo, y nos ha concedido el santo sacerdocio, con el poder de ejercer su divina autoridad y disfrutar de todas las bendiciones del templo. No hay duda de que la Iglesia aquí crecerá y se convertirá en un poderoso centro para los Santos y brindará progreso suficiente para el pueblo de Nigeria como lo está haciendo en todo el mundo”8.
Obinna prestó servicio fielmente en la Iglesia durante muchos años y en 1989 se selló en el templo a Fidelia durante una visita a Logan, Utah, donde vivía su hijo. Obinna murió en 1995 y dejó un legado que no se limitó a las decenas de familiares a quienes llevó el Evangelio.
“La semilla del Evangelio que usted sembró crecerá hasta convertirse en un árbol gigantesco”, escribió a Rendell Mabey cuando su tiempo en Nigeria estaba llegando a su fin. “La Iglesia en Nigeria sorprenderá al mundo en su crecimiento. La cantidad de bautismos, confirmaciones y ordenaciones que han efectuado en este país muestra solo el principio”9.